Por Daniela Villegas, fotos de Grace Navarro 
   
 | domingo, 22 de abril de 2012 | 00:10
   
Octubre de 2011.
La luz es tenue en el auditorio. Faltan pocos minutos para que inicie la conferencia magistral
 y en el escenario principal aparecen dos figuras que se sientan detrás 
de un escritorio cubierto por un mantel color azul rey, que muestra el 
emblema de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), una de las instituciones públicas de educación superior más prestigiadas de la Ciudad de México.
Las ponentes conversan animadamente entre ellas mientras los alumnos 
cuchichean en los pasillos. Luego de unos minutos, las luces se enfocan 
sobre el escenario y el público toma sus asientos. La conferencia 
comenzó. Meri Torras, especialista en feminismo y doctora en Literatura 
Comparada, presenta a la filósofa y poeta Sayak Valencia, oradora principal de la mesa, dentro de las jornadas académicas del V Congreso del Cuerpo Descifrado.
"Sayak Valencia ha cruzado todas las fronteras, entre continentes, 
entre nacionalidades. Además es una mestiza impenitente y abanderada 
queer reincidente, transfeminista, que no deja intactas tampoco las 
fronteras de etnia, raza, sexo, género", proclama Torras mientras mira 
de reojo a la mujer que tiene capturada la curiosidad de los estudiantes
 del plantel Xochimilco de esta universidad.
Sayak trae puesto un mini vestido negro y unas zapatillas color 
azabache. Su larga cabellera contrasta con su barba y bigotes postizos. 
Su porte elegante y confiado indica que estamos frente a un académico 
serio, conocedor de sus temas. Un intelectual.
Los estudiantes se miran unos a otros, parecen desconcertados, a 
algunos se les escapan risitas débiles o susurran al oído del compañero 
más próximo. ¿Estamos en una conferencia organizada por maestros de la 
división de Ciencias Sociales o frente a un performance creado por 
artistas irreverentes? Sayak se dirige al público con lenguaje fluido y 
preciso, haciendo brotar de sus labios carmesí anécdotas cotidianas 
combinadas con conceptos teóricos, invitando a los muchachos a un 
diálogo que bien podríamos llamar "performance académico".
Pero no es la primera vez que Sayak utiliza barba y bigotes
 para entrar en contacto con la gente. Así ha recorrido pasillos 
universitarios de México y Europa, así ha paseado por avenidas de la 
frontera norte de nuestro país y así ha entrado a edificios abandonados 
que hacen suyos los okupas, como se conoce a los jóvenes con 
posturas anárquicas o antisistema. La filósofa suele causar extrañeza, 
hilaridad, desasosiego, pero nunca indiferencia.
Sus discursos suelen ser duras críticas al sistema capitalista, que a
 su juicio manipula y enajena a la humanidad a través de prácticas 
distópicas (acciones contrarias a las utopías) y de necroempoderamiento 
(la violencia como herramienta para acumular más poder). Esas 
reflexiones están incluidas en su libro Capitalismo Gore,
 una obra que obtuvo en España el Premio Estado Crítico 2010, en la 
categoría de ensayo. El término Gore proviene de las películas Gore, un 
género de cine de terror donde la violencia extrema aparece muy gráfica,
 muy explícita.
El conjunto de ensayos de Sayak Valencia han llamado poderosamente la
 atención de académicos de varios países. Ahora mismo alumnos de la 
Universidad Autónoma Metropolitana y de la Universidad Complutense de 
Madrid, por citar ejemplos de centros de estudios en dos extremos del 
Atlántico, están leyendo las provocadoras teorías de la filósofa 
mexicana que sale a la calle con mini vestidos, bigotes y una recargada 
dosis de ideas.
"Quiero romper con la dicotomía de género porque creo claramente que 
la manera en que dirigimos nuestras vidas, a través del género, nos hace
 que seamos obedientes, sumisos y autodestructivos", me dijo Sayak 
durante una conversación que sostuvimos en marzo de 2012.
La filósofa me explica que "lo masculino" y "lo 
femenino" son construcciones socioculturales que nos limitan y confinan a
 lugares de frustración y soledad. Ella dice que hay que liberar al 
cuerpo de una perspectiva dominantemente masculina, para crear una nueva
 semántica que desincentive la violencia contra la mujer y la violencia 
en general. "Para ello hay que ser capaces de hacer que el dolor del 
otro provoque un estremecimiento en todos los cuerpos, es decir, que se 
sienta como un dolor propio", comentó Sayak en otra ocasión, durante un 
debate titulado "Economía: cuerpos en debate".
Nietzsche paseó por Tijuana
Noviembre de 2011. Luego de la conferencia realizada en la UAM, me 
reúno con la filósofa en la librería Rosario Castellanos de la colonia 
Condesa, en la Ciudad de México. Ahora viste pantalones de mezclilla y 
playera casual. La barba y los bigotes se quedaron en casa. Hoy la 
atención no está sobre ella. Me saluda con una sonrisa bermellón y veo 
que trae bajo el brazo algunos libros que ya ha escogido minutos antes 
de la cita acordada. Alcanza a asomarse El hombre sin cabeza 
del escritor Sergio González Rodríguez y recuerdo que hace algunos meses
 el periodista elogió a la académica en un artículo publicado en un 
diario capitalino.
"La agudeza, plasticidad, ironía y contundencia de Sayak Valencia 
habla de que las letras mexicanas ya entraron a otro nivel de amplitud 
imprevisible donde lo disforme, lo informe, lo amorfo, lo desmesurado, 
lo expansivo se disparan por un detonador que permite pensar más allá de
 los límites conocidos. El ensayo entre nosotros ya no es lo que solía 
ser", escribió González al referirse al libro Capitalismo Gore.
Sayak Valencia Triana nació el 1 octubre de 1980 en Tijuana, Baja 
California, en la intersección de dos fronteras, la mexicana y la 
estadounidense, entre el español, el spanglish y el inglés, 
entre la mezcla de dos naciones unidas por la violencia, la migración, 
el narcotráfico y la lengua, elementos que años más tarde dejarían 
huella en su formación como mujer transfronteriza, mujer border, mujer 
en el filo. Cuando pienso en su origen me parece lógico que alguien que 
creció entre tantas realidades haya decidido estudiar filosofía y 
escribir poesía.
La treintañera me cuenta detalles de su infancia y adolescencia como 
quien escarba en su memoria para encontrar la clave de un misterio: "La 
filosofía y la poesía han ido siempre de la mano, yo decido a los 13 
años estudiar filosofía".
Ella creció en una familia de ideas progresistas, repleta de 
espiritualidad, pero sin dogma religioso. Crecería con una madre de 
actuar práctico y certero, de gran maestría en los negocios, habilidades
 que heredarían los dos hermanos de la poeta. Su padre fue de naturaleza
 autodidacta y afecto a la literatura, un hombre que viajó intensamente 
durante su juventud, que relataba un sinfín de historias a sus hijos, 
propugnando por una vida sin miedos, sin imposiciones absurdas y sin 
fundamentalismos. "A mí nadie me dijo 'Esto no se puede hacer', no me 
dijeron 'Esto no', simplemente me pusieron siempre en contacto con mi 
deseo y con mi cuerpo desde muy pequeña", me cuenta.
El espíritu curioso e indagativo le vino seguramente de su padre, 
quien siempre le apoyó e instó a hacerse preguntas, buscar respuestas y a
 abrir las puertas a diversas ideas y pensamientos. Desde niña se 
sumergió en lecturas nietzschenianas y poesías beatniks, que dejarían 
profunda huella en la elección de su vocación y en la manera en que se 
aproximaría al mundo. Aquella escritura beatnik, compulsiva y de personajes de los márgenes de las décadas de los 50 y 60, redactada por individuos tan polémicos como William Burroughs, Diane Di Prima, Jack Kerokuac, Ruth Weiss y Allen Ginsberg, entre otros.
Si la poesía comenzó con la aventura del descubrimiento de la escritura, la filosofía sería con Nietzsche y el feminismo comenzaría con Lenore Kandel y Simone de Beauvoir,
 convirtiéndose en ejes fundamentales de la disertación teórica y 
filosófica que más tarde se plasmaría en poemarios, ensayos y narrativa.
De las tardes encerrada en su habitación leyendo El retrato de Dorian Gray, Trópico de Capricornio o The Love Book
 surgieron poemas que buscaron oídos para ser escuchados. Aquellas 
primeras creaciones viajarían y se desperdigarían entre los pasajeros de
 los autobuses de las avenidas tijuanenses, a quienes Sayak recitaba 
versos y sonetos en pleno trayecto, porque para ella la poesía está en 
las calles, y sólo en ellas la experimentación poética cobra sentido y 
forma.
Aquellos escritos producían extrañeza o hilaridad en los pasajeros, 
quienes miraban a la chica de extravagante vestimenta, de vivos colores y
 cabellera larga y rizada. Era el origen de la posterior labor 
performática en que devendría gran parte de su accionar.
Inquieta desde chiquilla
Junio de 2005. A los 24 años Sayak participó en "La Inquietante (e 
Internacional) Semana de las Mujeres Barbonas", un conjunto de acciones 
convocado por un grupo de feministas mexicanas, y que tendría eco en otros rincones del mundo. Su performance titulado Hairy Tales
 consistió en pasearse por las calles madrileñas luciendo barba y 
bigotes, desenmascarando las normas de género y sexo impuestas en los 
cuerpos y mentalidades de los sujetos. Su postulado era sencillo y 
contundente: 
Soy:
la-que-no-pide-permiso
la-no-doy
la-tampoco-fío
la-que-se-multiplica
la-yo-misma
la-reflexiva-y-sin reveses-
la-que-va-a-donde-sea
la-que-no-se-calla
la-que-se-deja-la-barba
la-que-no-tiene-ni-un-pelo-de-tonta.
Este manifiesto, lanzado a través de internet por la poeta, inició con un mensaje provocador: "This is a hairy tale, not a fairy tale, Are you ready?" ("Esto
 no es un cuento de hadas, es una historia de barbadas ¿Están list@s?") 
Mientras Sayak repetía su mensaje en Madrid, en la Ciudad de México se 
realizaba una exhibición de fotografías de mujeres barbadas
 donde participaron escritoras y dramaturgas como Cristina Rivera Garza y
 Adriana González Mateos. El evento se realizó en la Casa Refugio 
Citlaltépetl, por los rumbos de la colonia Condesa. Las imágenes de 
mujeres barbadas, las cuáles previamente habían sido intervenidas 
digitalmente a partir de fotografías de las mismas escritoras, rindieron
 tributo a artistas como Zoe Leonard (1961) y Ana Mendieta (1948-1985).
Los postulados de  Sayak Valencia en aquel performance buscaban poner sobre la mesa dudas e interrogantes en relación a la construcción de las identidades sexuales y de género, desde la teoría queer, que resignifica y transforma el concepto de lo raro, lo extraño, lo torcido, lo rechazado, lo que habita en los márgenes.
Lo lúdico del performance de Sayak Valencia tiene su origen en su 
infancia. La hija de los Valencia se negaba sistemáticamente a peinarse 
el pelo crespo y enredado, hasta que su madre, una mujer joven y con 
determinación, decidió terminar con la discusión: llevarían a la niña a 
cortarse el pelo, y punto. Desafortunadamente la reticencia a la tijera y
 el constante forcejeo concluyó con un corte a rape que provocó sendas 
lágrimas en la pequeña de tres años. A raíz de este incidente, su padre 
decidió comprarle una peluca al estilo Cleopatra, que hizo las delicias 
de Sayak, acostumbrada al pelo rizado, hecho que desataría su gusto por 
los disfraces y el juego de transitar de una apariencia a otra, de un 
papel a otro. Era el nacimiento de un gusto por la transición y lo 
performático. "Ya cuando me creció el pelo no me quería quitar la 
peluca, y ya no me la dejaban llevar al colegio pero mi papá me seguía 
comprando pelucas y me dejaba que me disfrazara en mi casa", recuerda.
Tiempo después, al enfrascarse en el feminismo y al llegar a la 
teoría queer, de la cual es abanderada, se alimentaría de las 
reflexiones sobre la performatividad de género de la filósofa Judith 
Butler, una autora que cuestiona la construcción de las identidades 
sexuales, y plantea que el género es "una actuación", "un hacer", "un 
estar actuando", por lo que termina siendo una actuación reiterada de 
ciertas conductas que se establecen normativamente como "lo femenino" o "lo masculino".
Sayak ha enriquecido su labor performática al poner interrogantes en 
la mesa sobre la construcción de los cuerpos, y así pasar de la teoría 
queer a la práctica queer. Básicamente plantea que los géneros y los cuerpos son construcciones sociales y no enfoques meramente biologicistas.
La activista, poeta y filósofa mexicana publicó en 2004 su primer y diminuto libro de poesía, Jueves Fausto,
 bajo el sello Ediciones de la Esquina/Anortecer, una modesta editorial 
mexicana. "Tiene solamente 33 páginas porque quería 33 noches, 
levantarme a las 3:33 de la madrugada. Me ponía el reloj y escribía lo 
que me viniera en ese momento, y entonces por eso tiene 33 páginas", me 
cuenta. Tres años más tarde irrumpiría con una provocadora disertación 
filosófica en torno a la identidad, el cuerpo, el lenguaje y la 
transtextualidad, todo ello reunido en el poemario El reverso exacto del
 texto, publicado en España por Centaurea Nigra Ediciones. Capitalismo Gore es fruto de su tesis doctoral, publicado en 2010 por la editorial española independiente Melusina. Sayak debutó como novelista en febrero de este año, con Adrift’s book, difundida ampliamente por la editorial independiente Aristas Martínez, afincada en Badajoz, España.
Señores con labios rojos
Octubre de 2011. Desde la Ciudad de México Sayak participó en "la 
lucha por la despatologización de la transexualidad", a través de una 
serie de acciones que se realizaron en Madrid, ciudad donde reside la 
mayor parte del tiempo. El "Octubre Trans" tuvo un provocador lema que 
volvió a llamar la atención de los promotores del respeto a la diversidad sexual: "¡Basta ya! La transexualidad no es una enfermedad. La transfobia, sí".
Esta vez la pelea de la filósofa mexicana se concentró en criticar 
duramente el "Manual Diagnóstico y Estadístico de los Transtornos 
Mentales (DSM)", que considera enfermos mentales a las personas 
travestis y/o  transexuales. "Tener una idea más horizontal de lo que 
podría ser el tránsito entre los géneros podría desembocar en acciones 
de desobediencia civil de alguna manera, pero sería una desobediencia de
 género que haría que nuestras vidas fueran más vivibles y menos 
enfrentadas, y podríamos hacer realmente revoluciones posibles en lo 
social porque el género no sería ya lo más importante", me dice Sayak.
Las acciones performáticas de Sayak pretenden provocar un 
cuestionamiento en torno a la "normalización" de lo que entendemos por 
"masculino" y "femenino". Por eso usa al mismo tiempo mini vestidos, 
zapatos coquetos, barba y bigotes. "A mí lo que me interesa casi siempre
 son las prácticas queer, obviamente no deshistorizar de donde 
viene el discurso, pero la práctica es muy importante para poder ponerlo
 en el imaginario cultural de una sociedad determinada", me cuenta 
Sayak.
A través de su provocador estilo, Sayak Valencia ha buscado acercar a
 las personas la discusión sobre la construcción de los cuerpos 
femeninos y masculinos, por medio de la intervención urbana, no sólo en 
las calles madrileñas sino también en las tijuanenses.
Por ello en una ocasión, estando en su ciudad natal, salió a las 
calles a rayar los carteles que anuncian los conciertos del mes: pintó 
con lápiz labial las bocas de los integrantes de Intocable, el conocido 
grupo musical norteño. Es común encontrar anuncios publicitarios con 
mujeres pintadas con bigotes, dice Sayak, pero no es cotidiano mirar 
señores con los labios pintados de rojo carmín. Ese es el tipo de 
intervenciones urbanas que realiza la filósofa mexicana.
El logotipo de este tipo de acciones se ha reproducido en pins e imanes que muestran unos labios rojos
 con bigotes al estilo Watson, con las leyendas: "¿Quién es un hombre? 
¿Quién es una mujer?". Así pone en evidencia lo que ella llama "el 
carácter binario normativo de los cuerpos", y propone "la deconstrucción
 de tal dicotomía", en una línea lúdica, crítica y práctica.
Muchas de las actividades de Sayak no habrían sido posibles sin el 
apoyo de La Línea, un colectivo feminista con base en Tijuana que tiene 
redes en California, Madrid, Nueva York y la Ciudad de México, lugares 
donde se han esparcido gradualmente las integrantes del grupo, que en 
principio tenía un carácter binacional. Se fundó en 2002 a partir de la 
inquietud de mujeres escritoras y artistas visuales de Tijuana que 
deseaban realizar una publicación donde se diera a conocer la obra de 
poetas, fotógrafas y filósofas de la frontera norte, desde una visión 
feminista. Sayak fue invitada a participar en el colectivo, junto con la
 poeta Amaranta Caballero, la escritora Abril Castro y otras compañeras,
 formando en un principio un grupo de ocho mujeres.
Al paso del tiempo se han sumado distintas voces de poetas, filósofas
 y artistas audiovisuales como Esmeralda Cevallos, Miriam García, Lorena
 Mancilla, Kara Lynch, Jennifer Donovan, quienes han enriquecido el activismo
 artístico y social del grupo a través de proyectos que hablan de la 
frontera norte: de las conexiones y desconexiones del inglés y el 
español, del uso de los espacios públicos, de la producción editorial, 
de las construcciones identitarias, de la violencia y del performance.
La inmortalidad de Sayak
1993. Un trámite escolar marcaría el futuro de Sayak. La adolescente 
estaba buscando un documento de identificación personal cuando se topó 
con su acta de nacimiento. "Sayak Valencia Triana", leyó. "Sayak 
Valencia Triana", volvió a leer. La chica llevaba 13 años viviendo con 
el nombre de Margarita Valencia Triana. El descubrimiento del documento 
con distinto nombre pero con sus mismos apellidos, mismo año, mes, día y
 hora de nacimiento la hizo pensar: "¡Oh no, tengo una gemela muerta!". 
Con premura acudió a su madre para preguntarle porqué no le habían dicho
 que tenía una hermana muerta. Su madre, sosegadamente, como si supiera 
que algún día llegaría esa ocasión, develó a su hija el misterio: "Eres 
tú, siéntate".
¿Nombre es destino? Quizá podría tomarse como tal, y es que el nombre
 Sayak inscrito en una primera acta de nacimiento y repentinamente 
cambiado a uno más convencional como Margarita, proviene, según la 
narración materna, de la palabra náhuatl "sayak", que significa "palabra
 de palabras", y que tiene la propiedad de la trasmutación, ya que puede
 ser aplicada a cualquier ente, de todos significados posibles y 
ninguno, en una suerte de poder transformador y mimético que siempre ha 
acompañado a la poeta.
La escena: sentadas a la mesa, madre e hija se miran una a la otra. 
Margarita con la cabeza revuelta en remolinos y centellas se pregunta 
quién es, quién ha sido, quién será, pero sigue atenta a la narración de
 su madre, aunque irritada por el ocultamiento de su iniciática 
identidad. Su madre narra con detalle su enamoramiento por el nombre, el
 veloz registro del nombre de la pequeña sin testigos, y la posterior 
negativa del padre y el abuelo a aceptar ese nombre.
Una maestra del jardín de niños también advirtió a la joven madre 
sobre las posibles burlas crueles ante el Sayak de procedencia indígena,
 en clara evidencia de su intolerancia y discriminación hacia lo nativo,
 sugiriendo un cambio de nombre antes de que la niña fuera más grande. 
La sugerencia fue tomada. Sayak sería Margarita de ahora en adelante, y 
no se hablaría más del asunto hasta el incidente del descubrimiento de 
las dos actas de nacimiento, a los 13 años, que llevaría a la joven 
adolescente a retomar el nombre de Sayak, identificarse como tal y 
reafirmarse en un nuevo papel que le había sido hurtado años atrás.
Posteriormente pensó que cuando cumpliera los 18 años adoptaría 
oficialmente el nombre Sayak, pero volvió sobre sus pasos y tras varias 
reflexiones decidió ser inmortal. Dos actas de nacimiento son posibles, 
pero no dos actas de defunción. Margarita moriría algún día, pero Sayak 
estaría por siempre entre los vivos cual vampiro stokeriano. Y fue así 
como en sus documentos académicos, recibos oficiales y pasaporte el 
Margarita siempre aparece. El Sayak, en cambio, es el nombre con el cual
 se identifica en sus apariciones performáticas y con el que firma sus 
libros.
Su vida ha sido un intenso transitar por los nombres, en ocasiones 
con tintes enfadosos, como cuando enseña su pasaporte y el nombre del 
documento no coincide con el que ella se autonombra en el recibidor, y 
tiene que narrar la tortuosa historia de su nombre o incluso llegar a 
ser acusada de mentirosa. Estas experiencias la han hecho identificarse 
con los líos que tienen que pasar las personas transexuales en los aspectos legales.
El drama del tránsito de nombres es sólo comparable con el tránsito 
de latitudes y fronteras, no sólo en el área binacional Tijuana/San 
Diego, sino también en Europa, a donde llegó en 2003 tras graduarse con 
honores de la Licenciatura en Filosofía en la Universidad Autónoma de 
Baja California. Así emprendió un largo viaje por el Viejo Continente, 
buscando escuelas para continuar su preparación académica. Visitó 
Alemania, Italia, España... Hasta que en 2004 decidió instalarse en 
Madrid. Ahí estudió la Maestría y el Doctorado en Filosofía, en la 
Universidad Complutense. Y desde ahí ha participado activamente en 
movilizaciones y colectivos vinculados a las vanguardias del movimiento 
feminista: lo queer, lo posporno, lo trans.
Una de sus acciones más sonoras ocurrió en enero de 2010, cuando 
diversos colectivos lanzaron a nivel mundial el Manifiesto 
Transfeminista, donde repudian la fobia a las personas transexuales y 
reivindican su lucha en pro del derecho a la diversidad sexual.
¿Qué es un hombre? 
¿Qué es una mujer?
Marzo de 2012. Sayak camina por la calle Juárez, cruza avenida Lázaro
 Cárdenas, mira la Torre Latinoamericana, voltea a ver el Sanborns de 
los Azulejos. Está en el corazón del centro de la capital del país. 
Lleva un vestido ceñido estilo pin-up y unas zapatillas con tacón alto. 
Trae bigotes postizos. Nuevamente busca poner en el 
espacio público el cuestionamiento sobre la construcción de los géneros.
 La acción provoca extrañeza entre los peatones, quienes voltean como 
para cerciorarse si lo que han visto ha sido una jugarreta visual o una 
posible "intervención urbana", como se les escucha decir a algunas 
personas. Un grupo de mujeres jóvenes ríen con discreción y le toman 
fotos con un teléfono celular. Algunos hombres se le acercan para 
retratarse con la poeta, la felicitan por el atrevimiento de ponerse un 
bigote. Un turista italiano exclama: "Bella donna!" (¡Qué bella mujer!),
 y se toma una fotografía con ella. Un hombre que camina sobre la acera 
se me acerca, me pregunta: "¿es un hombre o es una mujer?". El 
performance ha cumplido su cometido: sembró la duda. Los académicos 
dirían que la transición entre los géneros permite la deconstrucción de 
lo normativamente establecido en las mentes de las personas, por lo que 
el cuestionamiento del peatón curioso debería ser: "¿qué es un hombre? 
¿qué es una mujer?" Sayak contesta al planteamiento: "Para mí tiene que 
ver con cuestionar críticamente cuál es la función del género en la 
sociedad. Lo que yo estoy haciendo es simplemente política".
DANIELA VILLEGAS decidió estudiar temas de género 
hace un par de años, mientras hacía sus prácticas profesionales en este 
diario. Ahora cursa la maestría en Estudios de la Mujer en la 
Universidad Autónoma Metropolitana, a la par que cuenta historias en un 
periódico de la Ciudad de México. Es fan de "Alicia en el país de las 
Maravillas" y del periodismo de investigación